Lazy Idler, un joven obrero negligente denunciado por un rival en amores, es despedido de la fábrica. Después de ahogar sus penas en alcohol, decide vengarse con la ayuda de un niño, Goshka, que lanza un tornillo en la nueva máquina de la planta. El plan tiene éxito, se produce un cortocircuito y Lazy Idler acusa a Boris, un honesto obrero. Pero Goshka, corroído por el remordimiento, confiesa toda la verdad. Lazy Idler es detenido por los guardias de seguridad de la fábrica. Contramaestres y obreros aprovechan la ocasión para festejar y luego vuelven a la cadena, llenos de entusiasmo.
Chostakovich compone un ballet de humor corrosivo que mezcla melodías populares, música seria, circo, valses, marchas, tangos… Incluye también temas muy queridos para las Juventudes Comunistas. Chostakovich había concebido este ballet como una alegre sátira del drama proletario. Para él, se trataba de poner de relieve las relaciones ambiguas y agitadas entre la experiencia proletaria y la representación que había transmitido de la misma la vanguardia soviética. Al optar por la burla y la provocación, la partitura de Chostakovich y la coreografía de Lopukhov demostraban que la música y la danza no pueden reducirse a eslóganes.
En la coreografía de Alexei Ratmansky, El tornillo se convierte en una pequeña maravilla que se abre con un ballet de robots gigantes y termina con el delirio total de un gran desfile rojo sangre.
Fotografía: © Damir Yusupov
