«En la situación actual, surge naturalmente en mí un cuestionamiento sobre la importancia del trabajo colaborativo que hacemos en la orquesta y la academia. Podría parecer poco, pero el solo hecho de que músicos árabes e israelíes compartan un escenario en cada concierto, haciendo música juntos, tiene un valor inconmensurable. A lo largo de los años, a través de la comunión que conlleva esta colaboración musical, pero incluso en nuestras incontables y en ocasiones acaloradas pláticas, hemos aprendido a entender mejor al otro, a acercarnos a él y a encontrar puntos de convergencia. Comenzamos y terminamos todo debate, sin importar cuán controvertido sea el tema, con la premisa fundamental de que todos somos humanos en igualdad que merecemos paz, libertad y felicidad.
Podría sonar ingenuo, pero no lo es: pues es este entendimiento el que parece estar totalmente perdido, hoy, a ambos lados del conflicto. Nuestra experiencia demuestra que este mensaje ha tocado a mucha gente tanto en la región como alrededor del mundo entero. Debemos continuar, queremos continuar, y vamos a continuar creyendo en nuestra humanidad común. La música es una forma de acercarnos unos a otros».
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