Vladimir Ashkenazy cierra la temporada 1985 del Royal Festival Hall sorteando con gracia las dificultades técnicas y navegando el accidentado terreno expresivo de dos obras maestras de Robert Schumann en este recital que lo muestra como un artista consumado que presta total atención al detalle.
Es bien sabido que Robert Schumann vivió una vida difícil y atormentada, afectada por trastornos que todavía hoy se siguen estudiando; su obra, marcada por la tensión, la idiosincracia y una notable (casi insuperada) capacidad inventiva, a veces es difícil de clasificar y calificar. Este programa abre con Papillons, op. 2, una serie de miniaturas que evoca un baile de máscaras inspirado (hasta cierto punto) en un pasaje de la novela Flegeljahre de Jean Paul. Como se lee en la correspondencia del compositor, Schumann vaciló mucho sobre el grado de influencia del texto en los temas y motivos de su partitura.
Los Estudios sinfónicos, op. 13, por su parte, se consideran un parteaguas en la literatura pianística. La obra está construida por un tema experimental e intrincadas variaciones, denso contrapunto, pero liberada de las convenciones de la forma, y requiere de habilidades técnicas virtuosas para su interpretación. Ashkenazy resuelve este misterio schumanniano con una prestación del más alto nivel: «un despliegue de profusa fantasía pianística que culmina con el ritmo punteado del finale en una magnífica fiesta» (The Times).