Parece inevitable que una misa de Réquiem escrita por uno de los compositores de más intensa vena operística de la historia se vista de un dramatismo mayor al acostumbrado en una obra puramente litúrgica. No obstante, si bien este Réquiem gozó de un éxito inmediato entre el público y la crítica al momento de su estreno, hubo también detractores que se escandalizaron por, justamente, un dramatismo excesivo para una misa de difuntos.
Esta captación de antología revela en todo caso que es esta energía la que hizo de la obra un éxito; siendo todavía hoy una de las obras corales más programadas del repertorio. Referida como «una ópera en disfraz», esta misa viaja por diversas emociones mientras regresa al épico y aterrador «Dies Irae».