Una sala de conciertos con un sonido excelso, un joven y sensacional pianista, ya convertido en estrella, la batuta mágica de un gran maestro y las notas del irresistible Concierto para piano de Saint-Saëns. ¿Cómo hacer que congenien un arquitecto visionario, un pianista sensacional, y un director aclamado por la crítica?* Luca Vitale* ha sido testigo de ello en Montreal.
Una sala de conciertos con acústica inigualable; este es el estandarte que le permite a Montreal acoger a grandes artistas de hoy y de mañana en su Maison Symphonique.
Destaca entre los jóvenes talentos el prodigio británico Benjamin Grosvenor, internacionalmente reconocido por interpretaciones electrizantes, como la del Concierto para piano número dos, de Saint-Saëns.
Grosvenor lo vive así: "El primer movimiento es muy oscuro, música ardiente, triste, apasionada, hay gran música en él. El segundo movimiento es ligero y juguetón, burbujeante, tiene un segundo tema que por alguna razón siempre me recuerda a un hombre mayor caminando por la carretera después de haber bebido demasiado champán".
El director de la Orquesta Sinfónica de Montreal, Kent Nagano, es uno de los líderes musicales contemporáneos de primera fila. Ruega por que la música clásica sea parte de nuestra vida. Ha reflexionado sobre los riesgos para la humanidad si las artes desapareciesen: "Pienso en las buenas enseñanzas que hemos recibido del estudio de compositores como Johann Sebastian Bach ... no sólo para entrenar las propias habilidades como músicos, sino para tener una forma de pensar, de ver el mundo, de manera que transformemos el pensamiento abstracto en una perspectiva a largo plazo hacia el futuro ... Sin estas habilidades, la pregunta es ¿qué podemos esperar?".
Son preocupaciones que comparte con Jack Diamond, el arquitecto que creó la Maison Symphonique. Las lineas maestras de su proyecto están bastante claras: "Quería el edificio implantado en la calle, que estuviera al nivel de la gente, que tuviera presencia a ras de suelo, para mí eso es fundamental, que esté integrado en la urbe. ¿Para qué ir a un espectáculo? Es la actividad gregaria de escuchar en multitud. La dimensión pública que realmente transforma la arquitectura de un edificio en algo de mayor calado. Quise favorecer la transparencia para ver a la gente reunida; cuando no se sabe algo determinado siempre asusta un poco. Una vez que es evidente que la gente está allí pasando un buen rato, se tiende a pensar: ¡yo podría estar allí también! Así que creo que la transparencia sin duda ayuda al éxito de una institución cultural".
Nagano hace en voz alta una especie de lista de deseos: "Pedimos a la comunidad y al gobierno que consideren tener una sala, no sólo para la orquesta sino para que Montreal disfrute la oportunidad de tener un hogar. Que sea parte de un punto de encuentro en donde se reúna la comunidad; pero también un lugar donde la comunidad comparta, a través de la música, las sensibilidades, las relaciones, las experiencias, la estética".
El joven pianista Grosvenor está feliz en el escenario: "Desde muy joven me ha encantado actuar, es en realidad el acto de comunicación con el público ... el acto de compartir la buena música que me encanta, que me llama".
Kent Nagano acaba de publicar su libro Espera lo inesperado. El maestro hace una súplica apasionada a favor de la música clásica. Advierte que la música clásica está en peligro de desaparición y que su pérdida no sólo empobrecería la sociedad, sino que le privaría de inspiración, profundidad emocional y sentido de comunidad.