La sede de la Ópera de Viena es una especie de Olimpo del mundo lírico. En el programa de este año, Fausto, de Charles Gounod, no podía faltar. Un elenco de primer nivel está coronado por Jonas Kaufmann considerado por muchos el mejor tenor del siglo XXI.
Kaufmann explica que “al menos el 95% de los papeles de un tenor son de buena persona, siempre está muy bien que el joven que se mete en problemas lo sea por un malentendido o por la maldad de otro, por lo que sea. Y solo hay unas pocas óperas donde esto cambia y una de ellas es Fausto. Eso no significa que Fausto tenga que ser de verdad muy, muy terrible, la decisión que toma es muy egoista; trata muy mal a todos los demás, especialmente a Margarita”.
La historia de Fausto está basada en el gran clásico de Goethe: el pacto entre un viejo erudito y Mephisto, el diablo. Su alma a cambio de su juventud; el bien frente al mal, la vida contra la muerte. Dilemas que también rondaban al propio compositor, como señala el director francés Alain Altinoglu: “Gounod estuvo siempre dividido entre dos mundos: por un lado quería ser sacerdote, era muy religioso y por otro lado adoraba a las mujeres, así que estuvo dividido entre Don Juan, el gran seductor y la religión y la Iglesia”.
Los artistas son admirados a menudo por su privilegio de vivir el momento, el privilegio de estar aquí y ahora en el momento de la creación. De hecho ser director, por ejemplo, es bastante más complicado que todo esto.
Altinoglu lo ve así: “cuando se dirige una ópera siempre hay algún problema: un instrumento que no toca, un cantante que se retrasa, un decorado… así que el ánimo está dividido en dos: es decir, tenemos la cabeza que debe ocuparse, gestionar este tipo de cosas, y por otro lado está la emoción, y no hay que volcarse ni mucho hacia un lado ni mucho hacia el otro. Si estás completamente tomado por la emoción, no puedes controlar y si estás en el control, no puedes ir a las emociones así que hay que encontrar un equilibrio entre los dos”.
Guiar bien la propia carrera implica para un artista riesgos y desafíos. Kauffman lo vive de esta manera: “tienes que decidir sobre cosas planeadas a cinco o seis años vista lo que te da un cierto sentimiento de seguridad y por otro lado es malsano porque esto es arte y el arte tiene que ser libre y también tiene que ser espontáneo. Dile a un pintor que escoja los colores para un cuadro que va a hacer dentro de cinco años. ¡Quien sabe en qué fase estará en cinco años, puede que incluso ya no necesite ni colores!
En este reportaje escuchará fragmentos de los actos I, II y III de Fausto, de Charles Gounod.