Esta notable captación de 1964 muestra al legendario Chet Baker totalmente en su elemento como artista. En este momento su adicción a la heroína estaba ya en un grado muy avanzado, habiendo perdido ya un diente. No obstante, su nivel de concentración durante todo este tour por Europa rodeado de algunos de los mejores músicos del continente fue impresionante.
A su paso por Lieja, en Bélgica, el ensamble presenta un concierto que reúne la ligereza y los tempos relajados de un Miles Davis pero con el inevitable toque romántico de Baker. La dirección de Serge Leroy, espectacular, sitúa a la cámara en close-up sobre el rostro del trompetista y cantante, o bien en hechizantes zoom-outs desde la brillante campana de su flisicorno.
Ya sea cantando o tocando, Chet Baker demuestra aquí por qué su nombre sigue resonando a través del tiempo, con standards como «Time After Time», simplemente magnético y radiante de belleza y cierta fragilidad. El trágico evento en que recibiría el golpe que le terminaría por arruinar la dentadura tendría lugar solo dos años después de este concierto, extinguiendo la flama ya débil de sus mejores años.