Este concierto extraordinario en el Festival Juan-les-Pins de 1969 da testimonio de uno de los muchos momentos en los que, a lo largo de su vida creativa, Davis se reinventó. Un año antes de este concierto, el crítico de jazz Leonard Feather visitaba a Miles en su apartamento en Nueva York, donde pudo comprobar la amplia variedad de música que estaba escuchando: Aretha Franklin, The Byrds, James Brown, Jimi Hendrix. Sus gustos se estaban transformando, y el lenguaje del jazz estaba a punto de transformarse también mientras se gestaba lo que se conocería después como su Etapa Eléctrica.
Como para Picasso, para Miles Davis la posteridad ha establecido en estos giros estilísticos miniépocas marcadamente distintas una de la otra. Esta en especial se caracterizó además por su conexión con músicos como Wayne Shorter, Dave Holland y Chick Corea (todos los cuales participaron en la grabación del referencial album In A Silent Way, regrabado el mismo año de este concierto), así como con el sublime baterista y compositor Jack DeJohnette (quien en 1970 grabó el igualmente revolucionario Bitches Brew). El mundo del jazz no vio muchos encuentros más como este, impresionante por los que lo protagonizaron, acontecido en pleno del verano, junto a la Riviera Francesa.
De principio a fin, es como si los músicos no necesitaran ningún descanso, encadenando un tema tras otro, tanto de los álbumes recién mencionados («It's About That Time» de Silent Way y «Sanctuary» y «Miles Runs The Voodoo Down» de Bitches Brew) como de la autoría de Thelonious Monk y otro de sus tecladistas: Josef Zawinul. Un momento especialmente electrizante viene con el standard «Milestones», si bien todo el concierto dice fuerte y claro algo que muy pocos no saben: Miles era un pionero inagotable en toda la extensión del término.