«Como cantantes tenemos un grado de responsabilidad muy distinto al de otros músicos. Tenemos un texto que transmitir, hay un significado que debemos de transmitir a partir de las palabras», decía Jessye Norman (1945-2019): une responsabilidad particularmente importante en esta adaptación de la tragedia griega puesta en música por el compositor ruso. La extraordinaria soprano, el tenor Philip Langridge y Bryn Terfel encarnan a los personajes de esta ópera-oratorio raramente interpretada bajo la dirección experta y precisa de Seiji Ozawa, discípulo de Karajan y Münch.
Stravinski comisionó un libreto sobre la tragedia de Sófocles al multifacético Jean Cocteau que después sería traducido por el abad Jean Daniélou al latín, según el compositor «una lengua no muerta, sino grabada en piedra, y tan monumental que es inmune a toda vulgarización». Además del nexo evidente por su tema con la época clásica, Stravinski compone una música distinta a la de otras obras más conocidas y vanguardistas, conservando cierta distancia con el argumento al componer en 1927 una partitura de estilo sobrio y, podría decirse, «neoclásico» que con un narrador cuenta la historia de Edipo, rey de Tebas, quien descubre su doble crimen de parricidio e incesto y se saca los ojos.