La puesta en escena ofrece una reflexión sobre roles de género y lo engañoso de las apariencias, con Cecilia Bartoli en drag como el personaje principal, primero vestida como hombre y luego como mujer, convirtiéndose más adelante en hermafrodita en vestido y fumando un habano. La mezzosoprano romana alterna entre la melancolía de un canto melodioso y el virtuosismo típico de la ópera de esta época. La joven soprano nortemericana Kathryn Lewek, quien canta el rol de la princesa, ha sido descrita como «un verdadero descubrimiento» por el periodico suizo Neue Zürcher Zeitung; la exquisita orquesta Les Musiciens du Prince-Monaco se ocupa de la música; y Andreas Hesie hace lo propio con la coreografía. En suma, un verdadero triunfo de ópera, ¡como lo confirman los aplausos al final de la función!