El onirismo es la palabra clave de este ballet que nos vuelve a sumergir en la infancia, la del coreógrafo, cuyos primeros años estuvieron acunados por la música de Chaikovski. Los tres ballets de Chaikovski aparecen aquí como sueños en bicromía, salpicados de espejos, poblados de insectos encantadores y entrecortados por pesadillas donde criaturas monstruosas (¿escarabajos?) se apoderan peligrosamente del escenario. Porque piénselo: una joven que duerme durante cien años, humanos atrapados en cuerpos de cisne, juguetes que cobran vida... Las tres obras maestras de Chaikovski son un cuento de hadas en el mundo del ballet. En resumen, es maravilloso, es mágico, es magnífico, y un niño diría: «¡Es magífico!» .
Fotografía: © Olivier Houeix.