Como castigo, Zeus condena a Prometeo a permanecer atado allí, cada día, donde un águila devorará su hígado (el centro de las emociones humanas, según se creía), el cual se le regenerará cada noche para perpetuar ese sufrimiento... De este poderoso mito surgen versiones musicales igualmente intensas pero distintas en su forma, como la música para ballet de Beethoven (única obra de este tipo en su catálogo), un reflejo (¿casi autobiográfico?) del artista devorado por la duda incesante que habita en su universo. En 1910, unos cien años después, Alexander Scriabin aborda el tema en una obra monumental con piano solo (a cargo aquí de Pierre-Laurent Aimard). Más recientemente, en el siglo XXI, el compositor Brett Dean asigna el rol del héroe a una trompeta solista en su concierto Dramatis Personae. Bajo la batuta de Andris Nelsons, la Orquesta Real del Concertgebouw suma fuerzas con Håkan Hardenberger en la trompeta.