«Monstruo mal desbastado…, encolerizado, golpeando en vano a su alrededor con su cola agitada…»: con estos términos se acoge la publicación de la partitura de la Sinfonía n.° 2 en re mayor op. 36 creada el 5 de abril de 1803, en Viena. Escrita en 1802, año de crisis en el que la sordera de Beethoven se agrava repentinamente, la obra no comporta ningún estigma de su sufrimiento. Todo lo contrario, la sinfonía preferida de Debussy estalla con la potencia del ritmo beethoveniano. Según el musicólogo inglés Grove, es «el punto culminante del Antiguo Régimen, de Haydn y de Mozart; punto a partir del cual Beethoven se adentrará en regiones donde nadie antes soñaba con aventurarse».