Con la Sexta Sinfonía ofrecida el 10 de agosto de 2006, Claudio Abbado sigue con su búsqueda mahleriana que marca, año tras año desde 2003, las citas históricas del Festival de Lucerna.
«La única Sexta, a pesar de la existencia de la Pastoral», dijo Alban Berg de esta obra de Mahler, situándola así por encima de la Sexta Sinfonía de Beethoven. Creada bajo la dirección del compositor en 1906 en Essen, tiene una factura «clásica», con sus cuatro movimientos. Precisamente, Mahler cambió varias veces el orden de los dos movimientos centrales, el Scherzo y el Andante, para terminar optando por situar el Andante en tercera posición, orden que era para él definitivo, como le dijo al director de orquesta Mengelberg. Ahora bien, no es la opción de Claudio Abbado, que prefiere situar el Andante justo después del primer movimiento. Es excepcional escuchar hoy en día la Sexta Sinfonía tocada así, lo que confiere un gran valor a esta versión audaz de Claudio Abbado.
El director de orquesta italiano opta por exponer esta página de oscura densidad, concisa y lapidaria, de la que Adorno pudo decir «mal está lo que mal acaba», bajo una luz apolínea, con el equilibrio y la elegancia que lo caracterizan. Otra audacia por parte del director de orquesta, que parece negarse a explotar el carácter demasiado evidentemente trágico de la obra, y que la Orquesta del Festival de Lucerna, brillando como de costumbre con todas las estrellas que la componen, sigue al unísono.