El enigma del genio Leonard Bernstein.
Bernstein, ya sexagenario –será la última década que vivirá en su totalidad– tenía tendencia a interpretar los movimientos lentos más despacio y los movimientos rápidos más rápidamente que antes. Su interpretación de las Enigma Variations no fue una excepción: tenía una orquesta virtuosa y la puso a prueba. Cuando Rodney Friend se quejó en el ensayo del «tempo imposible» impuesto por Bernstein en «G.R.S.» (Undécima Variación), el director respondió que Tempo di molto quería decir muy rápido e instó a Friend, en tono broma, a «ser un capitán» y a dirigir a sus tropas a la batalla. En realidad, los movimientos rápidos no son excesivamente rápidos y, en el magnífico final, Bernstein respeta los numerosos cambios de tempo de Elgar con el mismo rigor devoto que había demostrado ante las instrucciones de Mahler. Recordó varias veces que la música de Elgar formaba parte de la tradición europea y que estaba influenciada por Schumann y Chaikovski, así como por Wagner y Richard Strauss, amigo y admirador de Elgar. Bajo su dirección, los solistas interpretaron algunos pasajes magníficos, en particular el primer clarinete, Colin Bradbury, pero hubo momentos de tensión en los ensayos, en particular cuando estalló una discrepancia entre Bernstein y el atril de las trompetas.
Se ha criticado que Bernstein confiriera una solemnidad inútil a algunas de las variaciones más lentas. Su versión de «Nimrod» (Novena Variación), en particular, provocó la incredulidad rayando en la burla porque su ejecución dura cinco minutos y quince segundos, casi el doble de tiempo que la mayoría de los demás directores de orquesta; y duró todavía más en el primer ensayo, casi siete minutos. Lo único que puedo decir para justificar su elección es que, cuando vemos la música y la escuchamos al mismo tiempo, cuando vemos en la pantalla la intensidad de la batuta y del lenguaje corporal de Bernstein (especialmente en el ensayo en estudio, en el que pide a la orquesta que «interprete de la forma más pura y noble posible»), nos sentimos hechizados por esa música sorprendentemente espiritual: al fin y al cabo, Bernstein sabía que Elgar quería componer un adagio en la tradición beethoveniana –en honor a su mejor amigo, August Jaeger–.
Durante una breve entrevista en el programa Omnibus, el presentador Barry Norman le pregunta a Bernstein por su teoría sobre lo que se oculta tras el enigma del título de Elgar. Sentado al piano, explica cómo el tema de Elgar puede estar asociado, aunque de forma tortuosa, a «Auld Lang Syne» (Canción de la despedida); descarta otra canción, «Rule Britannia», simplemente porque no cabe contemplarla como un tema oculto. Sin embargo, para Leonard Bernstein, el verdadero enigma radica en el hecho de que una obra que se hace eco de tantos compositores europeos anteriores pueda tener esa sonoridad tan británica, tan particular de Edward Elgar: «ese es el enigma del genio».
Humphrey Burton (extractos)