La nostalgia y el ritmo de un sonido anclado en lo popular, pero enunciado en el lenguaje europeo clásico, fluyen en las obras de tres compositores indispensables en el capítulo que cuenta la historia de la música clásica en Argentina: Ástor Piazzolla, Lalo Schifrin y Alberto Ginastera. Del primero, su tango revolucionario evoca los salones de baile de su país natal (¡como lo evocan los bailarines en escena de este evento!), pero también a París, a Bach, y quizá al cine en blanco y negro. Del segundo, compositor también de música para el cine: una obra interpretada por su dedicatario original, el guitarrista Ángel Romero, que encarna la descripción que del solista hiciera el propio compositor: «Me hechizó no solo su impecable técnica, sino también la pasión con la que interpreta cada nota». Del último, primer maestro de Piazzolla, por cierto, presenta Dudamel cuatro escenas de su ballet Estancia, profundamente vívidas y coloridas: un inmenso paisaje sonoro de la Argentina rural de los gauchos, el campo y el trabajo físico.