Jacqueline du Pré siempre parecía que bailaba cuando tocaba el violonchelo. Con su pelo largo, rubio y suelto, los codos abiertos como alas y la mano izquierda como electrizada por su vibrato insigne: una fuerza de la naturaleza. En palabras de Toby Perlman, esposa del violinista amigo de Du Pré: «Hay cosas en este mundo —muy pocas— que van más allá de las palabras. Jacqueline du Pré era una creatura más allá de las palabras». El compendio unánime de halagos por parte de los entrevistados —músicos, amigos, admiradores— compone un retrato vivo tanto de una artista de inusitado talento y expresividad, como de una persona de una calidez y franqueza sin límites.
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