En La Scala, el tenor alemán Jonas Kaufmann da vida al Caballero del Cisne y custodio del Santo Grial. «Absorbí a Wagner gota a gota», explica, «casi con la leche de mi madre. Cuando era niño escuchaba constantemente su música. Y una vez se te ha metido dentro, echa raíces. Más tarde, cuando decidí dedicarme a la música me dí cuenta de que afloraron todos esos recuerdos que creía enterrados.»
A la batuta está esta vez el director Daniel Barenboim. Hacía tiempo que Kaufmann quería regresar a La Scala. Su debut lo hizo en 1999, un año que jamás podrá olvidar. «Fue un momento de mi vida muy emocionante. Recuerdo que antes de que se levantara el telón comencé a escuchar la música y de repente me di cuenta de lo que estaba ocurriendo, me dije: oh, Dios mío, estoy sobre el escenario de La Scala.»
Encarnar a Lohengrin es una de sus debilidades. La obra gira en torno a la confianza y la búsqueda de la verdad. La hija del duque de Brabante, Elsa, es acusada de fratricidio. Y en ese momento, un desconocido caballero entra en escena para salvarla. Sólo pone una condición, la chica jamás debe preguntarle su nombre. Pero Elsa incumplirá su promesa y el caballero se verá obligado a marcharse. El héroe se vuelve humano y descubre además el amor.
«Hay momentos en la obra en los que el héroe aparece repentinamente, como rayo, con dos o tres frases muy frías, hasta duras», continúa Kaufmann. «Y luego todo eso se evapora y aparece su faceta de amante. Porque obviamente se ha enamorado de Elsa y quiere protegerla. Su misión pasa entonces a un segundo plano, dejando paso a sus sentimientos. Me atrae su fracaso», prosigue, «la complejidad del personaje. Creo que darle vida a un superhéroe que jamás comete errores es algo extremadamente aburrido. Es mucho más interesante interpretar a agluien con muchas caras, alguien que se guía por sus emociones. Personalmente creo que uno de los momentos más hermosos está al final de la ópera, cuando regresa el cisne», concluye. «Es tan frágil y delicado.Toda la gloria del héroe ha desaparecido, se ha evaporado, y en su lugar queda sólo un ser humano, muy pequeño, consciente de que ha fracasado.»