«No creo que hayamos tenido en toda Europa un público tan entusiasta como este», diría Norman Granz al terminar este concierto icónico de Ella Fitzgerald y sus estelares acompañantes en Bruselas, 1957. «La Reina del jazz» se habría unido al sello de Granz el año anterior, y juntos había dado ya al mundo su famosa serie Songbook, un proyecto que incrementó considerablemente su renombre a nivel global. Granz, por cierto, se había opuesto férreamente al racismo en el sur de Estados Unidos, quitando señalizaciones que segregaban a una parte del público de otra, según el color de su piel.
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