Al interior de la Gran sala del Mozarteum de Salzburgo llega una ópera pueril, de tintes casi grotescos pero musicalmente divina. En el marco del Festival de Salzburgo 2006, una miríada de figuras alegoricas es traída a la vida en un escenario cómico y con coloridos vestuarios de John Dew. La obra evoca imágenes de un espectáculo de marionetas para niños, un guiño a la juventud de Mozart, pues esta, su primera ópera, fue escrita cuando tenía apenas once años de edad.
Desde sus primeras representaciones en marzo de 1767, La culpa del pecado original hace su aparición en una crónica del periódico de la Universidad de Salzburgo: la calidad de su escritura recibe prodigiosos elogios. Sin duda con la ayuda de su padre, Mozart compuso solamente la primera parte, misma que describió como «un Singspiel espiritual»; Michael Haydn y Anton Cajetan Adlgasser compusieron respectivamente las segunda y tercera partes, hoy desaparecidas. La obra de Mozart está más cerca de ser un oratorio que una ópera, compartiendo varias de las características del Singspiel (ópera mitad cantada—mitad hablada), que se volviera una forma característica de la ópera alemana del siglo XIX.
En la misma ciudad donde el talento de Mozart nació, siglos después las figuras alegóricas cristianas de «Justicia divina», «Misericordia divina» y «Espíritu de la cristiandad» vienen nuevamente a despertar a los cristianos adormilados para librarlos de la influencia del «Espíritu del mundo». Se trata de una composición peculiar, ¿no te parece?