En 1669, Luis XIV recibe con los lujos dignos de un embajador a un emisario del sultán del Imperio Otomano: Mehmed IV. Pero las deslumbrantes ceremonias en su honor dejarán indiferente a este personaje, Soliman Aga (por cierto, el introductor del café en Francia en ese mismo viaje). Al año siguiente —inspirado por el acontecimiento, ofendido, o simplemente como parte de la fascinación que en esa época despertaba todo lo turco— el Rey Sol comisiona la creación de un espectáculo de «turquerías» alusivo que conjuntara teatro, danza y música, ¡200 años antes de cualquier ambición wagneriana por la obra de arte total o Gesamtkunstwerk! Pero Le bourgeois gentilhomme no es una ópera de casi insondable sustancia filosófica, sino una divertida «comedia ballet» dedicada al entretenimiento de la corte y del rey. Para esta undécima y última de sus colaboraciones, Molière será el encargado de escribir la obra de teatro y Lully, la música.
La comedia establece un satírico paralelismo entre la emergente burguesía (personificada por un ingenuo y snob nuevo rico llamado Monsieur Jourdain, encarnado por Molière mismo en 1670) y el visitante turco Soliman, ignorante de los honrosos protocolos que lo dejaron tan indiferente. En una lectura alternativa del significado del argumento, Jourdain desprecia al pretendiente de su hija (un burgués como él ¡representado por Lully en 1670!), por lo que el joven se hace pasar por el hijo de un sultán turco, con éxito, para obtener su permiso… lo que quizá recuerda cómo Soliman Aga fue en la vida real confundido por la corte con un ministro de mucho mayor rango.
Con Le Concert des Nations