Transcurrieron seis años entre el triunfo de Madame Butterfly (1904) y el de La chica del Oeste (1910). Unos años antes, Giacomo Puccini había alcanzado fama internacional gracias a La Bohème (1896) y Tosca (1900). Giacomo Puccini compuso La Fanciulla del West (La chica del Oeste) mientras viajaba por América. La primera representación, ofrecida en la Metropolitan Opera de Nueva York bajo la dirección de Arturo Toscanini, obtuvo un gran éxito, como lo demuestran las cincuenta llamadas a escena del público. Este acontecimiento mundano gratificó al compositor con un nuevo éxito, aunque la ópera sea actualmente menos popular que La Bohème, Tosca, Madame Butterfly o Turandot, de las que cualquier aficionado a la ópera puede tararear los aires famosos (lo que no ocurre con La chica del Oeste).
La ópera cuenta el destino de los buscadores de oro, sus amores y sus emociones. Todo el mundo quiere a Minnie, que lleva un bar frecuentado por los mineros. El sheriff solo tiene ojos para ella. Cuando el misterioso Dick Johnson llega a la ciudad, Minnie se enamora de él.
Las montañas brumosas están lejos en esta puesta en escena de Nikolaus Lehnhoff, que traspone la acción a los Estados Unidos de los años 1950. El campo minero de los años 1849-1850 desaparece y la bolsa de Wall Street ocupa su lugar; los buscadores de oro se convierten en los habituales de un bar underground. En el foso, la orquesta dirigida por Carlo Rizzi consigue destacar la vibrante partitura de Puccini sin cubrir nunca las voces.
Fotografía: © Clärchen & Matthias Baus.