Desde su estreno en 1791, La flauta Mágica ha sido un éxito total. Algunas de sus arias, como las de la Reina de la Noche, son de las más populares del repertorio operístico.
Hay varias razones para explicar este éxito. La primera, se trata de una partitura muy exigente, especialmente en la aria cantada en el segundo acto por la famosa Reina de la noche («Der Holle Rache Kocht In Meinen Herzen»), y Diana Damrau es seguramente una de las más célebres interpretes de este papel. La partitura es muy moderna también. Esta ópera, en realidad un Singspiel, fue escrita en 1791 en alemán como preludio al Romanticismo que se desarrollaría a lo largo del siglo siguiente. Por último, pero no menos importante, esta pieza fue escrita para ser entretenida: un ambiente exótico con flautas y serpientes, elementos mágicos, una historia de amor entre la dulce Palmina y el príncipe Tamino, escenas cómicas, etcétera… Este efecto es reforzado con la escenografía a cargo de Pierre Audi y el vestuario colorido de Jorge Jara.
Pero más allá del humor que la caracteriza, esta obra posee un caracter profundo. La composición de La flauta mágica fue contemporánea al célebre Requiem en re menor de Mozart. En esta ópera, Mozart decide crear personajes sombríos como Sarastro o la Reina de la Noche, una mujer perversa y vengativa… Los temas, recurrentes, de silencio, iniciación, juicios y ceguera hacen referencia a la francmasonería a la que Mozart se uniera en 1784.
© Imagen: Klaus Lefebvre.