Esa noche de 2001, dos amigos de toda la vida se habían dado cita en compañía de la Filarmónica de Berlín: el pianista Maurizio Pollini y el director de orquesta Claudio Abbado. Ambos son milaneses, militan por la música de su tiempo y, sobre todo, se encuentran entre los músicos más excepcionales de nuestro tiempo. Sus trayectorias se han cruzado en reiteradas ocasiones y, cada, vez su encuentro ha hecho historia.
La Fantasía para piano, coro y orquesta (1808) de Beethoven es una joya singular, que parece ofrecer un condensado del genio del compositor: confidencias al piano, desarrollo orquestal y coro con un mensaje humanista (cuyo tema melódico prefigura el famoso «Himno de la alegría» de la Novena Sinfonía ). El piano, que ocupa un lugar importante —aunque la obra sea corta—, permite maravillarse una vez más ante la interpretación a la vez precisa, fulgurante y apasionada de Maurizio Pollini.
En la Segunda Sinfonía de Mendelssohn «Logbesang» (canto de alabanza), los coros ocupan un lugar importante, lo que confiere a esta obra el carácter de una cantata. Se escribió para celebrar el 400 aniversario de la invención de la imprenta (que desempeñó un papel preponderante en la difusión de la Reforma), a partir de textos procedentes principalmente de Salmos.