En el pequeño apartamento de Buenos Aires donde vive Daniel Barenboim con sus padres, profesores de piano, cada vez que alguien llama a la puerta, es para asistir a una clase.
«Durante mucho tiempo, ¡creí que todo el mundo tocaba el piano!» No, por desgracia, todo el mundo no toca el piano, pero él, Daniel, se inicia desde muy pequeño y dará su primer concierto a los siete años. Cuando su familia regresa a Europa en 1951 para afincarse en Israel, él actúa a sus diez años en los prestigiosos escenarios de Viena y Salzburgo. Los dos encuentros que marcarán su destino como músico son el del pianista Edwin Fischer, con el que cursará sus estudios, y del director Wilhelm Furtwängler, que le hará una carta de recomendación cuando tan solo cuenta once años.
Daniel Barenboim no se decantará nunca por una de las dos carreras: será director de orquesta y pianista. Un hecho poco habitual, pues supone asumir también las responsabilidades, a menudo exigentes, del director musical. Dirige la Orquesta de París, la Orquesta Sinfónica de Chicago y la Staatsoper de Berlín, y desde 2000, la Orquesta de la Staatskapelle de Berlín, del que es director vitalicio.
Preocupado por el acontecer mundial, en 1999 funda con su amigo Edward Said la West-Estern Divan Orchestra, donde reúne cada temporada a músicos israelíes y árabes. La orquesta, ubicada en Andalucía, sale de gira todos los veranos. La idea es reunir a jóvenes que jamás se hubieran conocido sin la música. Y es que la música les enseña a hablar y a escucharse. El compromiso de Daniel Barenboim es tal que en 2008, adquiere la nacionalidad palestina: " Tenemos la suerte, o la desgracia, de vivir juntos", afirma refiriéndose a los israelíes y palestinos. "Prefiero lo primero a lo segundo. "
Este músico, desbordante de humanismo, es un amante de la música de Beethoven, del que ha grabado dos veces la integral de las treinta y dos sonatas para piano (EMI y Deutsche Grammophon), y varias veces los cinco concertos para piano y orquesta, una vez bajo la dirección de Otto Klemperer, y otra, como director y pianista con la Orquesta Filarmónica de Berlín.
Aquí le tenemos de nuevo frente a los concertos de Beethoven en mayo de 2007, en el Festival de Piano de la Ruhr, y dirigiendo desde el piano la Staatskapelle de Berlín, una de las orquestas más antiguas del mundo cuya oscura y cálida sonoridad encaja perfectamente con la gesta beethoveniana. Barenboim es el único pianista en la actualidad capaz de responder a un desafío de esta magnitud: dirigir mientras toca los cinco concertos. Compuestos entre 1795 y 1808, son la piedra angular de todos los pianistas. El propio Beethoven era un excelente pianista. Al igual que las nueve sinfonías o las treinta y dos sonatas, forman un planeta esencial en la galaxia del compositor, en la que su estrella más conocida es, por supuesto, "el emperador" de los concertos: el Quinto. Pero todos tienen sus encantos y su belleza secreta.
Aunque no se conoce ni la fecha de composición ni la de presentación (¿1795?) del Concierto n.° 2 en si bemol mayor op. 19, al menos se sabe una cosa: A Beethoven no le gustaba. «Un concierto que no considero una de mis mejores obras». El público, por su parte, lo apreció unánimemente, y se comprende a la luz de las obras que lo siguieron: en esta cadena que culmina con las obras maestras del Cuarto y Quinto, el Segundo tiene sin duda su lugar, el que recuerda el legado mozartiano siendo ya totalmente, beethoveniano, aunque no sea del gusto del compositor.