Procedente de una familia instalada en Nelahozeves, pueblo situado cerca de Praga, Antonín Dvořák abandona la escuela a los 11 años para aprender los oficios de su padre: carnicero y posadero. Pero las dotes musicales del joven Antonín no pasan desapercibidas. Su padre lo envía entonces a estudiar a casa de su tío en Zlonice y posteriormente a Praga a partir de 1857. Músico en la Prager Kapelle, Dvořák se familiariza con las grandes obras orquestales clásicas y contemporáneas. Dvořák, que goza del apoyo y el reconocimiento de sus colegas, es en vida incluso una figura importante del mundo de la música. Invitado a Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, termina regresando a su país natal, donde asume la dirección del conservatorio de Praga. A su muerte en 1904, Dvořák deja una obra considerable cuyo éxito perdura hasta nuestros días.
El Concierto para piano en sol menor es la primera incursión de Dvořák en el estilo del concierto (seguirán un concierto para violín y un concierto para violonchelo). Compuesto en 1876 y presentado por primera vez en 1878 en Praga por el pianista Karel Slavkovský, este concierto no se basa en una oposición dinámica entre el instrumento solista y la masa orquestal, sino que se despliega en una orientación más sinfónica en la que el piano se integra y dirige el conjunto orquestal en lugar de oponerse a este. Aunque se ha tocado poco, el concierto ha sido interpretado por los principales intérpretes, incluido Sviatoslav Richter. En esta ocasión es Igor Ardašev quien interpreta brillantemente esta obra heroica y romántica, acompañado por Petr Altrichter dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Praga.
