Cuando el legendario Nikolaus Harnoncourt hizo su primera aparición al frente de la renombrada Orquesta Real del Concertgebouw en 1975, ya contaba con una sólida reputación en la escena clásica, a más de veinte años de la fundación de su orquesta, el Concentus Musicus Wien (indispensable en la práctica de los instrumentos y los criterios de la época en la interpretación de la música clásica y antigua), siempre al lado de su esposa Alice. Casi cuatro décadas después, luego de haber dirigido a la orquesta holandesa en las Sinfonías Tercera y Cuarta de Bruckner en los años noventa, Harnoncourt regresa a Ámsterdam en 2013 para una épica Quinta en el que sería su concierto número 276 al frente de la RCO (eventualmente, el último antes de su fallecimiento en 2016).
Esta sinfonía de Bruckner es una de las obras maestras del repertorio sinfónico que, sin embargo, el compositor no llegaría a escuchar nunca interpretada por una orquesta completa, luego de que en 1894 le fuera imposible asistir al estreno, debido a una enfermedad. Una maravilla en su estructura y de un complejo y admirable contrapunto, la obra fue dirigida por primera vez por Franz Schalk, quien dedicaría en una carta las siguientes palabras al compositor: «Me conmoví muchísimo, y me sentí estar bendecido en los prados de la grandeza eterna. Quien no lo haya escuchado, no puede hacerse una idea de la abrumadora fuerza del movimiento final». No obstante, sin autorización de Bruckner y sin enterarlo, el director cortó cerca de veinte minutos de música de la sinfonía, y fue esta la versión que prevaleció en las salas de conciertos por sobre de la original de Bruckner (la versión de 1878 que escuchamos en esta captación), no publicada sino hasta 1937.