En muchos sentidos, Haydn y Bruckner aparecen como músicos a los que todo opone. Si Haydn tenía un talento precoz, Bruckner tardó más en expresar el suyo; uno componía con facilidad tanto para bodas y veladas mundanas como para los nobles, mientras que el otro trabajaba laboriosamente, casi siempre atormentado por la inseguridad. Sin embargo, a pesar de las diferencias que los caracterizan, ambos supieron aprovechar su creatividad, poniendo su personalidad al servicio de su arte.
Considerado durante mucho tiempo como perdido, el Concierto en ut mayo de Haydn fue redescubierto en 1961 en los fondos Radenin del Museo Nacional de Praga. Debido a su calidad musical y al reducido número de grandes conciertos para violonchelo, en particular en la época clásica, esta obra se impuso rápidamente en el repertorio. El carácter amplio y melódico, así como el espíritu cantor del Adagio, convierten a esta pieza en un modelo de espíritu clásico.
La Sinfonía n.° 4 de Bruckner inauguró la serie de sinfonías denominadas «en mayor». Nació de un proceso largo y laborioso, que se inscribe en un año de composición difícil para el compositor, durante el cual sufre algunos fracasos profesionales y se encuentra sin recursos. Sin embargo, esta sinfonía tendrá éxito, y el scherzo contribuyó en particular a la celebridad de esta obra. Su estructura de «programa» resalta una fuerte resonancia medieval, tal y como les gustaba reivindicar a los románticos, justificando así el sobrenombre de la obra.