Con Una vida de héroe, terminada un año después de Don Quijote en marzo de 1899 en Fráncfort bajo la dirección del propio compositor, Strauss pone el punto final a una década de exploración en el poema sinfónico. Despliega en esta obra a la orquesta más grande que va a utilizar, con un efectivo de maderas cuadruplicado, ocho cornos, dos trompetas en escena y fuera de escena, tres trombonas, tubas, un set de tambores y otras percusiones, dos arpas y cuerdas. Con todos estos instrumentos sobre el escenario del Barbican Center, el reto técnico fue el encontrarle sitio a las cámaras para que pudieran ofrecer una vista que reflejara a la gigantesca orquesta, pero que también les permitiera acercarse a los músicos de la orquesta de forma más específica para captar los detalles de la formidable escritura de Strauss.
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