Dos hombres, Kenneth Gilbert, en la flor de la edad, lento y seguros de sí mismo, y Olivier Baumont, joven artista desgreñado y profundo, se sientan frente a un clavecín antiguo para conversar sobre Couperin, Bach y Froberger. El maestro dice las cosas con perspectiva: su enfoque es a la vez enciclopédico y práctico. Conoce tanto los matices de la lengua como los de la música. Así, buena parte de esta clase se centrará en un concepto notable y difícil de circunscribir: «el buen gusto», recurrente en los comentarios de Couperin. ¿Cómo interpretar lo que ya se escapaba a sus contemporáneos? ¿Cómo podemos, con nuestros conocimientos de hoy en día, incluso muy profundos, encontrar ese punto medio que era el objetivo último de los autores más refinados del «Gran siglo», los Couperin, Marais, d’Anglebert? La respuesta está en los pequeños detalles de la interpretación: la rapidez de un trino, una forma de fraseo, una ornamentación particular.